Si lo analizamos fríamente, Pedro Castillo es al mismo tiempo un ejemplo de una buena y mala utilización del marketing.
Veamos algunas de las acciones de marketing que hizo bien:
Como candidato tenía muy claro su público objetivo: los peruanos mayores de 18 años, de ingresos medios y bajos que no residieran en Lima. Aunque lo hiciera intuitivamente, el tener claro a quién quieres dirigirte es un mérito. En nuestro país abundan los ejemplos de empresas que no saben responder con precisión a la hora que se les pregunta por su público objetivo.
Siendo él parte de ese público objetivo, cumplía con otro requisito para todo plan de marketing: conocer a tu público objetivo, sus necesidades o carencias, y sus deseos o ambiciones. Esto le permitió desarrollar un mensaje que, a diferencia de la mayoría de los demás candidatos, fuera acogido, pues reflejaba lo que ellos sentían y deseaban: mejoras en la educación, la salud, etc. Además, era un vocero con credibilidad dado su origen rural y formaba parte del magisterio que en un país que valora tremendamente la educación, era un plus.
Otra acción de marketing destacable en el profesor fue que siempre fue consistente en su mensaje. No se dejó influir por lo que se decía en los medios tradicionales de comunicación, especialmente aquellos dirigidos a la población de ingresos medios altos y altos. Al igual que en la primera elección de Fujimori y en la de Humala, se hizo evidente la reducida influencia que éstos tienen en la formación de opinión de la población de ingresos medios y bajos, especialmente la que reside en provincias (66 % del electorado).
Veamos ahora qué acciones de marketing hizo mal:
Interpretó mal los deseos del electorado que lo había elegido. Pensó que el cambio de constitución era un “clamor popular’’. Si bien ésta era una de sus promesas de campaña, no fue por eso que lo eligieron. Sus votantes deseaban mejor educación, salud, seguridad, etc. Sin embargo, por lo menos a nivel declarativo le dio mucho énfasis a este tema y con esto no sólo desvió su atención, sino que además género inestabilidad económica, uno de cuyos efectos fue la subida vertiginosa del dólar con el consiguiente impacto en los precios.
Le ha pasado algo que muy comúnmente le sucede a los Marketeros y en especial a los innovadores y startups: Se enamoró del producto (ideología de izquierda, constituyente, etc.) y no de la solución. Esto no le ha permitido aceptar caminos alternativos.
Si bien supo manejar el “producto” candidato, se sobrevaloró como “producto” presidente, sin adecuar su lenguaje a este nuevo papel ni ser consciente de sus debilidades para esta posición, donde ya no basta sintonizar con la necesidad del público objetivo sino también ser capaz de dar soluciones.
Esto último le ha impedido ser consciente de la imperiosa necesidad que tiene de ayuda capacitada y experimentada, pero todo empieza por reconocer sus oportunidades de mejora lo cual parece no ser capaz de hacer. Es más, en el supuesto negado que por razón de supervivencia en el cargo aceptase la necesidad de ayuda, subsistiría el problema pues no tiene la capacidad de evaluar y seleccionar a quien lo podría ayudar ni tampoco la de tomar medidas útiles y prácticas para atender las necesidades más urgentes de los peruanos.
En marketing el público deja de comprar un producto que adquirió y que no cumple con atender nuestra necesidad, más aun si además su uso nos perjudica. En este caso, en solo 6 meses (10 % del periodo para el que fue elegido), ya dos terceras partes de los peruanos rechazan a este presidente, y cada vez con más fuerza hacen ver su rechazo, pues no están dispuestos a que siga en el cargo 4.5 años más y afectar negativamente la vidas de todos. Sobre todo en un periodo único en que todas las condiciones externas están dadas para que sea uno de los más beneficiosos de nuestra historia. Somos millones de peruanos que nos estamos perjudicando con sus acciones y omisiones y ya que él no se deja ayudar, habrá que ayudarlo a salir.